Después de siete años de matrimonio, Ruy y Julia han perdido esa chispa, íntimamente desencadenando problemas matrimoniales, ya no se entienden en la sala, en la cocina, en el baño, ni en ningún otro rincón de su casa. Como padres siguen siendo un gran equipo, mucho mejor que la mayoría “felices juntos”, por eso deciden quedarse en familia, pero establecen un par de reglas: cada uno puede estar con quien quiera (siempre y cuando se lo digan al otro) y nunca le darán a Andrea una nueva mamá / papá.
Al principio todo va bien, recorremos sus rutinas diarias, Ruy y Julia han reajustado la dinámica del género tradicional a lo que funciona bien; Ruy se encarga de las tareas del hogar y de hacer cosas como llevar a Andrea al dentista, mientras que Julia se concentra en sus tareas.
Una noche ambos deciden salir en pareja a una extraña boda chamánica con algunos de sus amigos. Aunque Ruy había aceptado ser el conductor autorizado, Ruy se emborracha mucho y Julia tiene que conducir de regreso a la casa. En el camino, la cruel fortuna (o Waze) manda derecho a un alcoholímetro donde arrestan a Julia por conducir bajo la influencia del alcohol (solo había tomado un par de cervezas, pero es suficiente para estar dos centésimas por encima del límite). Ruy promete sacarla del Torito, pero rápidamente cae en un profundo sueño obligando a Julia a pasar la mitad de la noche en prisión hasta que un grupo de mujeres luchadoras, a las que conoce en la estación, ayudan a tramitar un amparo y liberar a todas.